
Imagen: AMC
Señoras y señores, ha llegado la secuela televisiva más esperada de toda la década. O, si hacemos caso a los números, de toda la historia de la televisión por cable. No lo digo a modo de opinión personal, sino constatando un hecho objetivo, porque las cifras, para bien o para mal, no mienten. Ya comentamos en su día que la serie The Walking Dead se ha convertido en un aterrador gigante cuyas cifras de audiencia han ido creciendo temporada tras temporada hasta empequeñecer las expectativas más alocadas, llegando al punto de desplazar del trono al antes intocable fútbol americano, lo nunca visto en la televisión estadounidense. Sabiendo pues cuán grande es la magnitud comercial del buque insignia de la cadena AMC, era de esperar que el nuevo spin off que vamos a comentar aquí también rompiese marcas. Y lo ha hecho, porque la emisión de su episodio piloto reunió a diez millones de espectadores solamente en Estados Unidos, algo completamente inédito en el debut de una serie en TV por cable. Para que se hagan una idea de la enormidad de las cifras que manejamos, el piloto de Fear the Walking Dead reunió el triple (¡el triple!) de televidentes que el primer episodio de la segunda temporada de True Detective, otra de las series que venía precedida por un mayor hype, o en adusto castellano, revuelo mediático. En este sentido de popularidad, que es como debe entenderse, Fear the Walking Dead es la serie del año.
Mientras escribo estas líneas se han emitido ya los dos primeros episodios de una primera temporada que tendrá solamente seis, aunque ya está prevista otra de trece capítulos. Ustedes ya conocerán la temática de la serie. Si The Walking Dead nos mostraba un mundo postapocalíptico en el que la sociedad ha desaparecido por causa de una invasión de zombis de la que nunca vimos los momentos iniciales, Fear the Walking Dead retrocede en el tiempo y nos muestra los primeros momentos de ese apocalipsis. Eso sí, el escenario y los personajes son otros; no esperen volver a ver a aquel Rick Grimes que todavía no tenía expresión de estar preguntándose continuamente si meterle una bala en la cabeza a quien sea que tiene delante. Fear the Walking Dead traslada la acción a una Los Ángeles todavía no invadida por muertos vivientes, sino completamente normal, aunque desde el minuto uno suceden cosas extrañas. Veremos como una serie de incidentes aislados van dando paso a un estado de estupor entre la población, y después, como es de prever, a una descomposición del tejido social.
¿El resultado hasta el momento? Bien… hemos tenido una de cal y otra de arena. Creo que AMC se equivocó al no plantear el gran estreno con un episodio doble, compuesto por los dos episodios que ya llevamos vistos. Es seguro que dado el prestigio de la marca al final no importe este detalle, pero el primer episodio fue algo decepcionante. Curiosamente, el segundo ha sido mucho mejor y resulta inevitable pensar que ambos hubiesen funcionado mucho mejor juntos.
El primer episodio, llamado sencillamente «Pilot», dejó una impresión agridulce en la crítica, pequeña decepción que, en líneas generales, compartí. Incluso asumiendo que se trataba de una mera presentación de personajes, resultó ser un episodio demasiado amorfo. Muchas series de ciencia ficción o terror han empezado con mucho más pulso, incluso teniendo que presentar a sus personajes, así que no había demasiada excusa para provocar esa sensación de coitus interruptus. ¿Cuál era el problema? La blandura. Durante buena parte del metraje pasaban cosas y parecía no estar pasando nada. Nunca me ha molestado que una serie tenga un ritmo lento, al contrario, a veces casi las disfruto más si son pausadas. Pero al primer episodio de Fear the Walking Dead le faltó algo. Quizá porque todavía no se había lanzado al ruedo apocalíptico, predominando todavía unos dramas familiares no particularmente fascinantes. Los actores eran buenos, sí, pero los personajes no demasiado interesantes, exceptuando quizá al personaje de un joven adicto a la heroína que, de momento, es lo mejor de la serie en ese sentido gracias a su aspecto frágil y sus carismáticos lloros. «Pilot», pues, combinaba algunos momentos, pocos, de conseguido suspense, con un aire general de melodrama que no auguraba grandes cosas. Lo mejor de ese primer capítulo eran determinadas secuencias donde el guion jugaba muy hábilmente con los sentimientos de anticipación del público, especialmente de quien haya visto The Walking Dead. En ese sentido, había varios guiños muy conseguidos hacia los fans de la serie madre, con instantes en plan «¡ay, ay, ay!» que por lo general quedaban en poca cosa pero cumplían bien su función de recordarnos que nos hallamos ante un programa de terror. ¿Lo peor del episodio? Que esos momentos eran píldoras aisladas en mitad de lo que parecía una aburrida serie de relaciones en plan «Fulanito está divorciado de Menganita y su hijo Zutanito es un rebelde». A uno le quedaba la duda de si la serie iba a continuar así durante los seis episodios de esta temporada inicial. Es más: confieso que de no tener intención de escribir sobre ello, es posible que ni me hubiese molestado en ver el segundo episodio, o por lo menos no me hubiese molestado en verlo justo en el momento de su estreno. El contraste entre el extraordinario piloto de la serie madre The Walking Dead y el flácido arranque de esta nueva serie llegaba a ser, y nunca mejor dicho, sangrante.
Aun así, esas píldoras de habilidad e inteligencia por parte de los guionistas durante el irregular «Pilot» eran anclas a las que agarrarse. Ya sin grandes expectativas, he visto el segundo episodio («So Close, Yet So Far») dispuesto a lo que fuese, tanto a cambiar de opinión como a, si hacía falta, calificar el debut de la serie como fallido. Y, ¡sorpresa! El segundo episodio ha elevado repentinamente el nivel. Hechas las aburridas presentaciones, ha comenzado la acción. Los juegos de anticipación que eran oasis aislados durante el primer capítulo se han convertido en la tónica dominante del segundo. El drama familiar ha pasado a un segundo plano y por fin tenemos lo que esperábamos: una narración de los momentos iniciales del apocalipsis zombi que, ahora sí, se antoja muy prometedora. Quienes fuimos escépticos tras el estreno tenemos motivos para dejar de serlo. Esto no significa, claro, que con dos episodios se pueda evaluar el nivel de una serie. Recordemos que The Walking Dead debutó con un impactante prólogo pero luego tardó varias temporadas en conseguir que algunos de nosotros volviésemos a sentirnos enganchados. Creo que hay, si no un consenso general, por lo menos muchas opiniones que coinciden en afirmar que a The Walking Dead le costó tomarse la medida a sí misma, aunque cuando finalmente lo hizo se convirtió en un rarísimo caso de serie que ha mejorado a lo largo de cinco temporadas, que suele ser el plazo en que muchas otras series empiezan a perder fuelle y estancarse. Pues bien, aún es pronto para decir si este spin off partirá de las lecciones ya aprendidas por su serie materna, pero quitando el bache del primer capítulo, durante el segundo ha dado la impresión de que puede ser el caso. Pero bueno, todo esto es especular, y podría equivocarme. Si hay algo que sabemos es que los guionistas tan pronto nos sorprenden con genialidades como nos descolocan arruinando una serie. Con todo, confío en que por lo menos los cuatro episodios que todavía le restan a esta minitemporada de presentación van a darnos muy buenos momentos. Lo que sí puedo afirmar con seguridad es que el segundo episodio ha merecido mucho la pena.
Todo hay que decirlo, Fear the Walking Dead nace plagada de tópicos y lugares comunes. Por ahora es muy distinta a The Walking Dead, pero no esperen nada que no hayan visto ya en muchos largometrajes apocalípticos. En el segundo episodio, ya en un contexto de parábola catastrófica, nos muestran tópicos propios del género zombi, pero son ejecutados de maravilla, convirtiendo al espectador en el perfecto cómplice de lo que está sucediendo. Lo cual demuestra que los lugares comunes no son un problema, y que la originalidad no es realmente necesaria; lo que hace falta en una serie como esta no es inventar nada, sino tener buen pulso. La ciencia ficción y el terror están hechos de tópicos, pero cuando esos tópicos están bien encajados en la acción los espectadores quedaremos contentos. Se abren pues esperanzas para que la primera temporada de Fear the Walking Dead nos haga pasar muy buenos ratos. Sí, los personajes algo desdibujados continúan ahí en el segundo episodio, aunque —muy levemente— empiezan a tomar algo de forma, y el elemento melodramático, cuando se presenta, sigue sin funcionar. Pero los elementos de suspense, terror y ciencia ficción han sido introducidos con tanta fuerza, que hacen resucitar a la serie tras su muy desangelada puesta de largo.
En resumen: un primer episodio algo decepcionante y un segundo episodio mucho más excitante, que de haber sido emitidos juntos en un especial hubiesen hecho que el debut de la secuela más vista en la historia de la televisión por cable se ahorrase un buen número de críticas poco entusiastas. Y sin embargo ha conseguido que algunos hayamos cambiado de opinión rápidamente, en cuestión de una semana, y estoy completamente convencido de que en general la crítica va a dar un vuelco (escribo esto justo después de ver el episodio y apenas he tenido tiempo de leer reseñas estadounidenses como de costumbre, aunque ya hay alguna que dice exactamente lo contrario, para gustos colores, como verán). Esperemos que la cosa siga en esa línea ascendente. Yo, por lo menos, estaré ahí el próximo domingo, y esta vez lo haré por gusto. Que no les desanime el piloto; Fear the Walking Dead no ha nacido tan cadáver como lo pareció en un primer vistazo. A fin de cuentas, qué hay más indicado para una serie de zombis que regresar repentinamente de entre los muertos.

Imagen: AMC
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